martes, 2 de diciembre de 2008

Carta

Querido Rodolfo:

Lloro mi pesar, no es tristeza en verdad
sentimientos encontrados en mí hay,
entre angustia y rabiar,
si el mundo se llegara a enterar
nadie desearía en mis pantalones estar.
Sólo me queda el consuelo y la evidencia material
que me darán la razón de la culpabilidad
de quien no pudo percibir lo cierto que mi instinto
estaba cercano a lo que podía pasar.

Aun suelo pensar, como tan cerca de mi objetivo pude estar
pero una pared, literal, separaba el objeto
resultante de mi necesidad.
Lloro mi pesar y es que en verdad algo pesa de más,
las cosas no son lo que son, cambian su color, forma y hedor
Lo irónico es que por abstinencia tuve que remedios tomar
y gracias a estos no pude abstenerme una vez más...
La marraqueta de paté se derramó,
un derrame de petróleo ocurrió,
el inodoro no se usó, la sutileza de un hecho que muchos impactó...

No diré lo que en verdad pasó si estas metáforas no logran descifrar.
El consejo son las llaves de tu casa a diario llevar.
Cuando tu intestino no se sienta normal...
Esto si no quieres terminar llorando y oliendo mal...


ATTE. Tu Inconciente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Qué se ama cuando se ama?

¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?


¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en particular fugaces
de eternidad visible?


Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.



De Contra la muerte, 1964.